Lord John y la Hermandad de la espada by Diana Gabaldon

Lord John y la Hermandad de la espada by Diana Gabaldon

autor:Diana Gabaldon [Gabaldon, Diana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2012-04-30T16:00:00+00:00


Capítulo 19

Cuadros en una exposición

Grey disfrutó de un precioso día de permiso después de la boda. Se sintió muy tentado de pasarlo en la cama con Percy, pero era su única oportunidad de ir a ver a Gilbert Rigby, antiguo soldado y pretendiente de viudas, y en la actualidad responsable del hospital Foundling, de los huérfanos de Londres. Y, además, tenía que tener en cuenta que la carne tenía sus límites.

Percy y él habían alcanzado esos límites dos veces más, despertándose en plena noche con los brazos y las piernas entrelazados. El recuerdo de sus cálidas y húmedas bocas en la oscuridad y el sabor del vino y las colmenillas habían sido acicate más que suficiente para que se levantara de la cama al alba, cuando vio a Percy, desnudo, lavándose la cara en el aguamanil, para atacarlo por detrás.

Se habría sentido un poco culpable de sus rudos modales, pero Percy le había dejado claro que estaba más que satisfecho con ellos.

—No te preocupes —le había susurrado cuando él intentó decirle algo después, una disculpa, tal vez. Percy tenía la cara contra su hombro, pero Grey pudo sentir cómo sonreía contra su piel—. Ya te tocará a ti.

En ese momento no se había dado cuenta de lo que significaba eso, pero en seguida le quedó claro. El lento y tierno abuso al que lo sometió Percy fue concienzudo y duró mucho tiempo. Eso volvió a llevarlo al límite, lo dejó temblando, jadeando y gimoteando, y finalmente lo arrastró al borde de un precipicio que jamás había sospechado que estuviera allí. Cuando volvió en sí estaba bañado en sudor y tan destrozado que le costaba enfocar la vista con precisión. Entonces se dio cuenta de que Percy aún lo poseía, seguía dentro de él. Grey hizo algún pequeño ruido y Percy se rio.

Ahora, Percy se estaba riendo a carcajadas y ese sonido, profundo y contagioso, lo excitó inmediatamente. La sangre recorrió sus venas como una tormenta de primavera salada que brotara por todos los poros de su piel.

—¡Mira eso!

Se volvió para mirar lo que le estaba señalando Percy y vio un pequeño perro carlino trotando entre la multitud con la cola hacia arriba como un muelle. Todos los que lo miraban también se estaban riendo. El animal llevaba una chaqueta de terciopelo negro con botones de plata y mariposas amarillas de seda bordadas, y un pequeño sombrero atado a la cabeza con un cordel que se lo sujetaba.

El perro estaba llamando mucho más la atención que los cuadros que se exponían. Estaban en el patio interior del hospital Foundling, donde se podía visitar una exposición para recaudar fondos a favor de la institución. Grey pensó que no tendría una oportunidad mejor de poder ver al doctor Rigby mientras seguía disfrutando de la compañía de Percy.

Las mujeres estaban particularmente encantadas con el perro y, por lo que pudo deducir de sus comentarios, Grey comprendió que el propietario del carlino, un hombre alto y delgado de un aire majestuoso, era el director del centro.



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